Un salón de tres colores

Si ya es complicado decidir una distribución, mobiliario y estilo adecuados a la hora de decorar un espacio (o toda la casa), mucho más lo será si no prevemos, que éste va a crecer, evolucionar y cambiar con nosotros. De esta manera, conseguiremos un espacio para vivir dinámico y adaptable a las necesidades y gustos del momento. Podemos elegir unos buenos  elementos básicos en neutro (librería, sofá, mesa...) y dejar que sean los complementos  los que impriman más carácter. Veamos tres ejemplos: 1. Salón blanco: La ausencia de color no impide que su estilo sea personal. El juego del blanco en todas sus variantes (blanco nieve, blanco almendra o blanco huevo) con diferentes texturas lo suaviza y le confiere calidez. Si pensamos en quién podría vivir en esta casa totalmente blanca, sin duda, nos viene a la cabeza una chica que, además de crear un estlio tan pulcro, puede mantenerlo así. ¿Y esto por qué? os preguntaréis. Existe una psicología de los colores asociada a las relaciones familiares y a los gustos particulares.

2. Salón blanco-negro: En este caso, un simple cambio de complementos, como la alfombra, cojines y cortinas, transforma la sensación anterior.  El uso del negro-blanco crea un punto unisex, elegante y fotogénico. El mismo salón combinado con tonos más sobrios y oscuros nos transmite cierta sofisticación masculina. Podría ser un apartamento de soltero o de una pareja sin hijos.

3. Salón multicolor: Este ambiente puede perfectamente anunciar la llegada de los niños. La afluencia de vivos colores mezclados anárquicamente (todo está pensado) nos transmite movimiento, jolgorio, bienestar, hogar... Nuevamente, sólo los cojines, la alfombra y las cortinas cambian el ambiente. Y es que los colores se manifiestan no sólo en los estados de ánimo, sino también en los estados vivenciales. Cada emoción tiene su color. Y de eso saben mucho en Ikea, que nos ha proporcionado estas fotos de su nuevo catálogo 2010.