Una casa con piscina en Brasil

¿Apetecible, no? Estamos en Brasil, en una estupenda casa renovada por el arquitecto brasileño David Guerra. La construcción, que data de los años 80, consta de tres alturas, además de un maravilloso jardín con piscina.

El objetivo principal de la reconstrucción fue diseñar una vivienda totalmente abierta al exterior, lograr que el jardín participara en el día a día de la casa y, ya de paso, dotar de mayor luminosidad a los interiores que, antes de las obras de reforma, eran algo oscuros.

Grandes correderas de cristal permiten mantener comunicados ambientes interiores y exteriores. A través de ellas la planta baja, donde se ubicaron entre otras estancias el salón, el comedor y la cocina, se prolonga hacia el jardín, con varios porches en diferentes orientaciones.

En el interior también se apostó por crear ambientes diáfanos, integrados, que favoreciesen la comunicación, pues el ritmo de vida actual precisa una distribución más funcional, con espacios multiusos. Para el suelo se eligió una tarima de madera oscura, en el mismo acabado que el resto de la carpintería; en las paredes, la pintura blanca se alternó con frentes de ladrillo visto, y el techo se decoró con viguería de madera. Esta combinación, no sólo es perfecta para conseguir una atmósfera cálida y elegante, sino que además es el fondo ideal para una decoración ecléctica, con piezas de los años 50, contemporáneas, étnicas y de estilo clásico.

La cocina, que se comunica con el salón a través de una puerta corredera de cristal de seguridad, se revistió con azulejos blancos, mientras que para el suelo se eligieron unas baldosas cerámicas en un acabado muy similar al del granito pulido Capoa Bonito que se utilizó para forrar el zócalo y las encimeras.

Dormitorios y baños siguen las mismas premisas que se buscaron en el resto de la casa: ambientes cómodos, funcionales, decorados con muebles de diferentes estilos y donde la uniformidad de materiales en suelos, paredes y techos aporta continuidad visual. La madera, presente en la carpintería y buena parte del mobiliario, pone el toque de calidez.

La buhardilla se habilitó como zona de estudio, con una gran mesa de trabajo adosada a la pared en la que la inclinación del techo es mayor. Fotografías: Jomar Bragança.