La casa del arquitecto Héctor Ruiz-Velázquez

Una de las características que mejor define los trabajos del arquitecto Héctor Ruiz-Velázquez es su sorprendente capacidad de manipular el espacio como si fuera una maqueta de plastilina. Ningún ángulo se le resiste, no concibe un metro cuadrado sin utilizar y moldea la arquitectura interior con una visión ergonómica del movimiento y la ocupación de sus habitantes. Desestructura el espacio, para volverlo a concebir desde el prisma de la habitabilidad. Las casas no son cajas herméticas y segmentadas por habitaciones, sino un todo sin fronteras ni fin. Sus postulados los predica en su propia casa, un ático de 60 m², con una terraza de 50 m², que ha integrado de forma orgánica y natural. Ahora que sus dos hijos van creciendo, se le ha quedado algo pequeño, por lo que ha decidido trasladarse y alquilarlo.

En sus proyectos renuncia al tratamiento habitual de los muros, rectos y planos, para separar espacios, e introduce elementos troncocónicos, de suelo a techo, que producen una percepción de continuidad, donde el habitante no entra ni sale, sino que se desplaza en un espacio continuo.

Este sistema de maleabilidad espacial tiene múltiples ventajas: se evitan espacios muertos, estáticos y cerrados; la casa parece aún más grande de lo que es; y la luz ejerce un poder multiplicador, ya que se expande y se refleja de manera continuada a través de los muros.

Cada uno de sus trabajos se erige como un "acta de intenciones" sobre la forma, no sólo de concebir un espacio sin límites arquitectónicos, sino también sobre la manera de integrar los materiales y revestimientos, con el fin de que jueguen un papel vital en la decoración. La madera y los muros blancos no son sólo el telón de fondo de la decoración; son parte vital de la misma.

Del mismo modo, la elección de dos únicos colores, blanco y negro, para todos los materiales y mobiliario de la casa, refuerza y garantiza la continuidad visual, sin interrupciones cromáticas que alteren la percepción envolvente que ejerce el espacio sobre el visitante.

A pesar de su diseño rupturista y poco convencional, la casa está proyectada para que viva una familia con niños pequeños, por lo que las piezas de mobiliario son pocas pero muy bien elegidas, y todos los espacios están pensados para que se circule entre ellos con gran libertad de movimientos.

La terraza se ha integrado dentro del interior; o más bien, el interior se ha instalado en el exterior. En definitiva, no se ha creado un límite preciso entre ambas zonas, para mantener el concepto inicial de obtener un solo espacio sin límites estructurales. Puertas correderas de cristal y caídas de cortinas y visillos vaporosos ayudan a privatizar cada zona cuando así se require. En la foto, chaise long LC4 de Le Corbusier, tapizada en piel de vaca, y al fondo, sillas Panton diseñadas por Verner Panton y editadas por Vitra.

De origen puertorriqueño y afincado en España desde hace dos décadas, Héctor Ruiz-Velázquez ha dejado de ser el joven arquitecto prometedor que conocimos en Casa Decor en 1994, para convertirse, por méritos propios, en una de las figuras más relevantes del panorama nacional y con una amplia proyección internacional. Fotos: Decoratrix.